Séptimo día: Las rapaces nocturnas/ Marcos Pla



Ayer dejamos a nuestros linces durmiendo bajo la noche estrellada en Taboada, y no se levantaron hasta las 9 de la mañana siguiente, cuando de hecho tuvimos que despertarlos.
Cuando fuimos arrancando el día con alegría, desayunamos con el solecito de cara al Parque Natural, y en ese momento empezó una ronda de chistes, que no acabó casi hasta el último momento del campa.



Una vez tuvimos todo recogido, empezamos la ruta hacia las Fragas del Eume. En nuestro camino fuimos interpretando todo aquel aspecto de la naturaleza que nos rodeaba, que nos resultó más singular. Nos fijamos por ejemplo, como las plantaciones del exótico Eucaliptus, fueron dejando paso poco a poco, a medida que bajábamos hacia el Eume, al bosque autóctono, con los robles, los castaños...



Al llegar al Eume, cruzamos por uno de los puentes colgantes tan chulos que hay, sin dejar de pensar en la famosa escena de Indiana Jones y el templo maldito, y pasamos a la otra orilla del río donde pudimos descubrir el bosque de ribera por un precioso sendero. Más adelante, nos separamos del río, por otro de los barrancos del Parque Natural, y descubrimos otra cara de las Fragas. En un momento estuvimos rodeados de una naturaleza tan espectacular, que invitamos a los linces a guardar unos momentos de silencio para poder empaparnos bien de ella.



Momentos más tarde, llegábamos al monasteiro de Caaveiro, donde dejé a mis linces con Claus y Raquel para ir a por al comida a Alvarella. Comimos cerca del Eume, pero tuvimos que interrumpirla porque Galicia sacó su cara más conocida, la de la lluvia y tuvimos que correr a refugiarnos bajo la porchada de uno de los refugios de pescadores. Allí ya pudimos terminar nuestra comida.

Tras la comida, vivimos un momento bonito, pues les leí a los linces un bonito trozo de la biografía de Félix donde en el primer capítulo describe el pacto de hombres y lobos del que nos habló Odile.



Cuando acabó de bajarnos la comida, seguimos rumbo hacia el centro de interpretación del Parque Natural, donde merendamos al llegar y disfrutamos de su exposición sobre fauna del Parque.

Al partir esta vez nos dirigimos hacia Ombre, donde la gente de la aldea, tan amable como la de Taboada, nos había cedido gratuitamente el polideportivo y el local social, para poder dormir y guarecernos en caso de lluvia.

Allí nos organizamos, cenamos, hicimos nuestra asamblea y posteriormente, nos preparamos para una de las veladas más bonitas del campamento.

Nos acercamos de nuevo al interior del Parque Natural y allí tras cruzar uno de esos puentes colgantes, buscamos un sitio donde cupiéramos tod@s e hicimos una velada de relatos naturalistas. Es decir, aquellas historias que habíamos vivido con animales, con la naturaleza, que realmente nos habían cautivado, marcado... y todo ello aderezado con el punteo de mi gitarra española. ¡Qué preciosa velada!

Yo les conté una vez que en mi querido Bejís (Castellón) una vez que subí solo la montaña más bonita y caracterísitica de allí, el Peñaescabia, me encontré nada más auparme a la cima, casi cara a cara, con un enorme Buitre leonado. Fueron unos segundos, pero el carroñero esta vez probó algo vivo, porque fue mi alma lo que atrapó entre sus garras. Nunca lo olvidaré.

La primer lince que se lanzó a contarnos su historia fue Lucía, que nos contó como un día que su padre, Jose Luis Gallego, el conocido naturalista, estaba en casa preparando un artículo de prensa sobre el Torcecuello, la madre de todas las casualidades quiso, que cuando Jose Luis andaba concentrado describiendo en su artículo las curiosidades de este pícido...Pafff!! Justo un Torcuello, se estrellara contra el cristal de su estudio y cayera a su jardín dejando atónitos a toda la familia...



Y así, con más historias, con el 'Mil millones de estrellas', nuestra canción, más especial del campamento, y algún guiño a gente que nos había ayudado a llegar hasta ese momento, pero ya había pasado a formar parte de esos mil millones de estrellas, como Adela Menacho y Mar Olivar, concluyó la velada.
Regresamos y los linces, juntaron sus esterillas y sacos, había que descansar, mañana tocaría el regreso, pero...¡En piragua! Pero, eso... será, mañana.
¡Buenas noches!

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