El precampamento de este año estuvo marcado sin duda por el terrible incendio que sufrimos en la comarca del Alto Palancia y que provocó que tuviéramos que empezar tres días más tarde el campa.
En todo caso, el precampamento comenzó en nuestras oficinas el 27 de Junio, con las últimas compras de material, impresiones de juegos, gestiones...
El 28 fuimos rematando todas estas faenas, hicimos una primera aproximación de material a Bejís y recogimos el vehículo de apoyo de alquiler. ¡Finalmente acabamos saliendo a las 5 de la mañana a Bejís!
Al día siguiente comenzamos a ordenar el material que habíamos ido llevando en diferentes viajes y comenzamos a montar la infraestructura base del campamento: los toldos de reunión, cenadores para maletas y zona de reunión de monitoras, luces y enchufes...
Además seguimos cerrando las diferentes visitas que nos acompañarían en el campa, nos reunimos con el excelente equipo de Los Cloticos para ultimar detalles y nos acercamos a Bejís para hablar con la siempre dispuesta alcaldesa. La calma y la buena energía reinaban, desgraciadamente no durarían. A unos cuantos kilómetros de allí una desafortunadísima quema de rastrojos, se iba a llevar por delante miles de hectáreas, nuestro comienzo de campamento y casi nuestro trabajo de un año y bien mirado de toda una vida.
Comenzamos el sábado 30, con el plan de hacer unas llamadas en Bejís y preparar más tarde hasta la comida, el descenso del río Palancia, despejando la vegetación que impedía el paso. No llegamos al río.
Al acabar las llamadas, nos empezó a inquietar el aire enrarecido que se respiraba en el pueblo. Llamamos a la alcaldesa y nos dijo que no había peligro, que estaba lejos. Con la inquietud ya metida en el cuerpo, decidimos aproximarnos hacia Sacañet desde donde veíamos venir el humo. La carretera hacia este municipio estaba jalonada de una alegre y joven masa forestal, inmadura, de pinos, pero que ya comenzaba a llenar la vista y el alma de quien se perdía por aquellas carreteras de interior de la Comunidad Valenciana.
Al llegar a Sacañet vimos claramente hacia el este, la columna de humo del incendio que devoraba ya 'nuestros pulmones' en el término que le había visto nacer: Andilla. Nos acercamos hasta un agente forestal que vigilaba con sus prismáticos, y nos dijo que no sabía nada: 'Aún no hemos entrado', nos dijo.
Nos volvimos hacia Bejís, con el corazón encogido, con la mirada perdida. Fue un error sin duda, pues estábamos teniendo la última oportunidad de contemplar esos jóvenes pinos, arbustos, plantas mediterráneas... el fuego que todo lo devora, en pocas horas seguiría nuestros pasos y calcinaría hasta la roca aquellos paisajes.
No comimos aquel día. Poco después dejé a mi compañera Claudia Muñoz en Viver para coger el bus que le llevaría a Madrid a recoger a los linces y no pude ni regresar a Los Cloticos, comencé a contemplar absorto como el fuego había llegado ya ¡Hasta el mismo término de Teresa! Desde una loma advertí como unas tremendas lenguas de fuego arrasaban un bello paraje río Palancia abajo, por el que en Agosto del año pasado había andado con Claudia preparando el sendero GR7 para grupos. No lo podía creer.
La única tranquilidad, si se puede llamar así, que me quedaba, era que el fuego quemaba en dirección contraria a donde nos íbamos a mover. Pero esta tranquilidad duró poco. Recogí a Elena González en Viver, a donde llegaba de Madrid para echarme una mano en las últimas horas del precampamento y en ese breve lapso de tiempo, vimos como el fuego pegaba un tijeteretazo por un cambio de viento y cumplía nuestras peores expectativas: se adentraba en el término de Bejís y empezaba a lamer las montañas que quedan más al Sur del municipio. Aún podía creerlo menos. Desgraciadamente, como amante de la naturaleza y persona que pasa tiempo y trabaja en ella, no era precisamente el primer incendio que veía, pero allí, en Bejís, en mi particular templo personal... ¡No!
Nos dirigimos al camping a conocer nuevas noticias, y lo que nos encontramos al rato fue a la Guardia Civil que nos desalojaba. La primera vez en mi vida que me desalojan por un incendio. Seguía sin creérmelo, me recordaba a una de esas personas que salen por la tele, a las que desalojan de sus casas y tienen que tomar la decisión de coger apenas nada y dejarlo practicamente todo. Como ellas, no sabía que coger o dejar. Daba igual, era una pregunta trampa, imposible acertar. Por supuesto, subimos a Lobita al coche y como nota curiosa, cargué mi guitarra. Y un objeto que sería determinante en las próximas horas, las fichas de los linces, claramente había llegado el momento de posponer al menos el comienzo del campamento. Me iba de Los Cloticos, desalojado, en busca de cobertura y con la inédita y terrible sensación de no saber si volvería a ver el sitio que más amaba en el mundo.
Establecimos nuestra base de operaciones en un punto de la pista forestal de las Peñas de Amador, teníamos cobertura y una dantesca vista panorámica al fondo: las llamas machacando las montañas que cerraban el escenario del pueblo de Bejís. Pero mi mirada vigilaba una y otra vez, las aún intactas montañas más hacia la derecha, las montañas que conducían al Valle de Bejís, el valle de nuestros sueños e ilusiones. Poco después supe que también José, el padre de la familia del camping Los Cloticos, no dejó de vigilar ese mismo punto, sabedor de que si el fuego rebasaba ese punto, estábamos perdidos.
Llamé a Marion, la directora de comunicación de la Fundación FRF y uno tras otro a los padres y madres de los linces. Aún ahora me emociona el cariño y comprensión de tod@s. Una vez más, gracias por el apoyo incondicional de aquellos días. Una vez más, gracias a Olga Pradas, alcaldesa de Bejís que a pesar de estar viviendo, seguramente los momentos más difíciles de su vida, con su querido pueblo amenazado por las rojas llamas, siempre tuvo su móvil particular abierto para nosotr@s, para contarnos las últimas nuevas.
Desde allí, pudimos ver como el espectáculo se agrandaba, el no cesar de las llamas, la aparatosidad del despliegue de medios: montaje del Puesto de Mando Avanzado, llegada de la Unidad Militar de Emergencias al caer la noche, con la noche ya cerrada vaciado de la estación de servicio del municipio...
Decidimos subir con el coche al punto más alto de aquella sierra, a la misma torre de vigilancia de las Peñas de Amador. Allí pasamos una de las noches más extrañas y terribles de nuestra vida. Como en un autocine, enfocamos el vehículo a aquel espectáculo de cenizas, fuego y oscuridad. Con la llegada de la noche y desde ese punto elevado, la escena era si cabe aún más sobrecogedora, las llamas, magnificadas por la negror de la madrugada, no dejaban de atacar la cresta de las montañas traseras de Bejís, y ya ningún medio aéreo podía refrescar aquel infierno. Parecía que el famoso cielo estrellado de Bejís había sido engullido también por la tensión del momento y no se había atrevido a salir aquella noche.
Mi vista seguía clavada en el mismo punto que la de José, las montañas más allá del Castillo de Bejís, que marcaban el límite hasta donde podía quemarse, para que no peligrara el emblemático valle, cuna del río Palancia. Y aunque afortunadamente el viento contuvo toda la noche, mágicamente, al fuego en sus posiciones, ardiendo practicamente sobre el mismo punto, poco a poco avanzaba hacia aquel límite imaginario que José y yo, vigilábamos. El viento, pero también el valiente, arriesgado y constante trabajo de la UME, lo contuvieron.
El cansancio de tantas horas en tensión, fue haciendo que nos adormeciéramos en el coche, sin otra cosa que poder hacer que ver arder la noche. Cada poco daba un respingo y me topaba de nuevo con las llamas quemando y quemando, con la única consolación de que no atrevesaban aún la frontera del valle. Afortunadamente me tranquilizaba ver a mi lado a la bella Elena arropada en su saco y anestesiada también por tanta acción. Las primeras luces del nuevo día trajeron las primeras buenas noticias en horas. Los medios aéreos regresaron con el sol, y comenzaron a golpear fuerte a aquel gigante de fuego. Poco a poco, las llamas fueron dando paso, descarga tras descarga al humo, primero intenso y luego progresivamente más difuminado. Tras miles de hectáreas perdidas e intensas horas de angustia, por fin nos habíamos hecho con el fuego. Comencé a respirar.
Cuando ya no vimos ninguna llama, volvimos a Los Cloticos a desayunar. A partir de ahí, el rosario de visitas al Puesto de Mando Avanzado, donde también nos atendieron excelentemente para preguntar cuando podíamos empezar nuestro campamento. Volvimos a la rutina, pero profundamente marcados por lo que habíamos vivido en esas horas. El miedo a perderlo todo, mi valle querido, nuestro campamento... irónicamente todo salvado, por el aparente capricho del viento.
En los siguientes días, seguimos preparando a conciencia nuestra apuesta educativa, pero siempre con un ojo puesto en las alturas, en busca de cualquier hidroavión, con el oído atento a cualquier ruido de motor, el olfato aguzado para oler el humo, y el corazón encogido, temeroso de que se repitiera la pesadilla.
El cariño, la confianza y el apoyo de la Fundación FRF, los papis y nuestro equipo nos ayudaron a sobrellevar aquellos días de impasse. En todo caso el mejor antídoto, estaba al llegar, la energía netamente positiva de nuestros linces. A veces digo que ¿Cómo no vamos a ser optimistas y líderes, si trabajamos con la matería más positiva que existe? Esta materia es la alegría, ilusión y buenas vibraciones de nuestros niños y niñas de toda España, los linces de Félix Rodríguez de la Fuente.
Bonita/triste historia
ResponderEliminarun abrazo
Miguel Ángel
Muchas gracias Miguel Ángel. Un abrazo.
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